viernes, 15 de abril de 2011

La cueva del Monje. La hipótesis del dolmen

La Cueva del Monje

         Otro de esos lugares singulares de la sierra de Guadarrama es el curioso amontonamiento de piedras conocido como  la Cueva del Monje. Esta sorprendente formación pétrea no es desde luego desconocida. Situada a escasa distancia de la Granja,  son numerosas, observamos, las descripciones, especialmente en la Red,  de cómo llegar a este lugar. También es abundantemente citada la leyenda que acompaña, no podía ser de otra manera, a tan curioso y sugerente paraje ( también lo es placentero). Habrá que convenir que el simple nombre ya nos habla de misterio, de algo escondido  y de soledad. Y también ayuda a aumentar este áurea misteriosa y legendaria la relativa cercanía con las ruinas de la Casa Eraso o Casarás, otro de los parajes serranos que arrastran una leyenda de misterio

           Para conocer más sobre esta  leyenda, una clásica venta del alma al diablo (que levante la mano el que no lo haya hecho alguna vez),  lo mejor es que lo vean  aquí. Y para saber como llegar hagan también click aquí.

     
Y es que lo curioso de esta formación geólógica  no solo ha hecho despertar la imaginación de la gente abjudicándole moradores misteriosos,  si no que también lo ha hecho sobre la autoría de su diseño. Aunque hoy en día se piensa que es un capricho de la naturaleza y que es  la ciencia de la geología la que tiene que explicar su existencia, durante algún tiempo, desconozco si mucho o poco,  se mantuvo la teoría de que detrás de la “cueva” esta la mano del hombre en su laboriosidad más esforzada. De hecho hoy en día en las descripciones de este paraje se menciona esta vieja idea de quee fuera realmente un dolmen, ejemplo por tanto de  las creencias funerarias o religiosas de antiguas culturas, teoría hoy en día, insistimos, al parecer descartada. He dado con un artículo publicado hace ya muchos años,  concretamente en 1880 en “La revista Contemporánea” y que apoya, fervientemente, podría decir, esta idea. Está firmado por un tal Dionisio Chaulie, estudioso al parecer de temas históricos especialmente locales, y con algunas obras publicadas como esta..
http://bibliotecavirtualmadrid.org/i18n/consulta/registro.cmd?id=307

Este pedrusco servía de refugio ante las inclemencias

         Este autor nos describe que: “la cueva mide unos 10 pies de largo por 7 de ancho con 3 de altura y sirve en la actualidad de abrigo a los pastores del monte y de sitio cubierto donde guisan sus ranchos en las destempladas noches de invierno”

         Y continúa. Su inmensa mole, el medio círculo de piedras verticales que forman el recinto sagrado, la piedra de los sacrificios colocada a su inmediación, el hallarse establecida en una eminencia descubierta rodeada de árboles actualmente espesos y que serían impenetrables en lo antiguo, todo hace suponer que la Cueva del Monje era en su fundamento un dolmen trilito de grande importancia consagrado por los druidas las fiestas de los plenilunios.

         Posteriormente elucubra acerca de la procedencia de los constructores, inclinándose por los Celtas frente a la otra opción que,, según el autor serían los egipcios (?)

Buenas vistas a Peñalara

             Por cierto, alguna vez había leído, creo que en las Memorias del Guadarrama de Julio Vías que se había atribuido el topónimo de Peñalara a significar algo así como Peña del Ara. Acerca de esto  explica el investigador:
              
(..) Confirma este parecer el nombre de Peñalara dado a una altura que domina aquellos contornos, sobre la cual aparece la luna nueva que los sacerdotes y muchedumbre reunida en lugar santo esperarían como señal para comenzar sus terribles solemnidades.

martes, 8 de marzo de 2011

Peñalara y los reyes. II

Peñalara desde las cercanías de la Granja.


Antes pinchar aquí.
Según cuentase trata de la primera expedición de S.M. el Rey a uno de los sitios más pintorescos de esta real posesión”
Respecto al desarrollo de la jornada narra lo siguiente:
“Dos horas y media de emociones agradabilísimas y gozando a cada momento variados y bellos panoramas, tardó la cabalgata en llegar a lo más alto del monte, desde donde con la simple vista, y mejor aun con los catalejos llevados al efecto, se gozó por espacio de una hora de una vista magnífica”
“Hablábase con los ojos con media Castilla la Vieja, teniendo a nuestros pies al arrogante acueducto y la catedral de Segovia, debajo de la mano el altanero Navacerrada y sus Siete Picos y sus siete revueltas….

Desde la misma cumbre, deducimos, deciden bajar por la empinada ladera que lleva a la Laguna Grande. Descabalgan y a  la aventura…
"Allí dejamos los fieles cuadrúpedos, que sin un tropezón habían salvado los dos mil puntos tropezables que habíamos corrido y a  pie (la vanidad no me deja decir que medio a gatas) se anduvieron tres cuartos de legua de bajada a la laguna.
Tres cuartos de legua por un plano inclinado y erizado de piedras enormes y cubierto en gran parte de nieve.
En esta descensión, que si alguno hubiera tenido la desgracia de rodar la habría hecho en medio segundo, o algo más si no hubiese llegado entero, empelamos una hora."

Llega la hora de la comida y desde luego resulta curioso leer lo que  escribe este buen hombre:
De doce a una, sobre la verde alfombra, y con una familiaridad de que no hay ejemplo, se sirvió un abundante almuerzo, todo de fiambres, a excepción de una exquisita tortilla a las finas yerbas que hacían doblemente sabrosa las muy aromáticas que allí servían de mesa y de asiento a los convidados.
El café y los cigarros se sirvieron al toque de marcha (..)

Pinares de Valsaín
Volvieron por el Camino del Paular, sestearon a orillas del arroyo del Infierno,  atravesaron la parte baja del pinar, cruzaron la carretera de Madrid por la venta de los Mosquitos, pasaron por “ la fondosa quebrada” de la Boca del Asno” y a las 7 de la tarde “ mientras las músicas de la guarnición llenaban el aire de armoniosas melodías, tuvo lugar una escena bellísima" que no era otra que la presencia de todo un comité de bienvenida formado por una numerosa concurrencia, destacando, claro está,  la presencia de S. M. la Reina con el tierno Príncipe de Asturias.
Vamos, que se lo pasaron bien.

Veinte años después tenemos otro testimonio similar, en este caso recogido por el periódico "La correspondencia de España" en su edición del  27 de julio de 1880.


En este caso,  transcribo parte del artículo ahorrándome casi los comentarios.

"Damas, caballeros, altos funcionarios, consejeros de la corona, diplomáticos, cuanto constituye la animación y vida entera de la Granja, accediendo a la galante invitación de S.M. el rey y señora princesa, emprendieron a las siete de la mañana la más amena y pintoresca, pero también molesta de las expediciones que se pueden realizar a estos contornos. ( Peñalara of course) 

Alfonso XII. Visitante también de las alturas de Peñalara

Como era menester lo primero que hacen es asistir a misa ( nada menos que a las 6 de la mañana) y posteriormente se dirigen  al patio del palacio donde montan los caballos o mulas, denominados " blases". Durante el trayecto nos cuenta la crónica “los incidentes y las peripecias se sucedieron sin cesar, adquiriendo algunas verdadero colorido. Algunas damas se vieron expuestas a caer, pero nada grave ocurrió ( nos tranquiliza).

(…).  La Cabalgata partió por Peña Citores, donde examinó el aparato telegráfico-óptico allá situado; hizo después al alto de Peñalara, todavía manchado de nieve; bajó la rapidísima y escabrosa pendiente que va desde el ventisquero a la Laguna, nacimiento del Lozoya; se detuvo algunos minutos y ascendió después a la cúspide del puerto del Paular, monte de Balsaín, donde se echó pie a tierra para almorzar y terminosé la tarde yendo a la casa de la pesca, a la pradera de las pamplinas- donde se descansó un rato y de allí, siguiendo el curso del Balsaín,  a las Pasaderas.
Al bajar a la laguna, el ministro de la pólvora y de los combates, vencedor en cien batallas, como les ha citado mil veces a los representantes del país, cayo del blas, sufriendo algunas contusiones afortunadamente leves. Pero la desgracia, más aún que en el ministro de la Guerra, Sr. Echevarría, ensañosé en el general Ceballos, que midió el suelo varias veces. Los expedicionarios llegaron a horrorizarse al descender por aquellos vericuetos y ver tantas caídas y tropezones. El itinerario del camino se había variado por disposición del rey. (…)
A las 8 entró la comitiva galopando por la alameda de Balsaín, yendo a parar a la plazoleta de Palacio. La mayor parte de lo jinetes volvían rendidos de fatiga, tostadísimos por el sol y el viento y cubiertos de polvo. (...)

Peñalara y los reyes. I

Peñalara

              Peñalara (cumbres, lagunas y también los  bosques que la rodean),  es  hoy en día uno de los destinos excursionistas mas concurridos del centro peninsular. Difícil es conocer el número exacto de personas que se acercan por estos lugares muy especialmente fines de semana y fiestas de guardar. Deben, debemos,  ser muchos ya que los aparcamientos se colapsan y en no pocas ocasiones las carreteras se atascan.  Pero antiguamente, incluso los fines de semana, las cosas no eran así.  A la montaña más alta del Guadarrama y su entorno como al resto de la sierra no se acercaba prácticamente nadie que no se ganara la vida aquí o tuviera que atravesarla como parte del recorrido de un inevitable  viaje. Pero como sucede con todas las cosas de la vida siempre había una excepción, de muy ilustre categoría por cierto, la más ilustre de hecho y  que tenía lugar generalmente en periodo estival.

            Y  es que la monarquía reinante y su cohorte de nobles y personas “importantes” fueron durante muchos años aficionados a realizar excursiones por estas comarcas. Lo que nos hace reflexionar que los pinares y riscos de la zona  podían presumir, con la cabeza bien alta, de tener como visitantes a representantes de todas las clases sociales de la patria ( clase media como antes casi no había, no cuenta) Desde los de  más alta alcurnia  a los representantes de las  capas más populares como pastores, ganaderos, gabarreros y demás oficios del monte.

Francisco de Asís. Rey consorte.

Y es que para el que no lo sepa por aquel entonces La Granja de San Ildefonso  venía a ser el equivalente al palacio de Miravent en Mallorca. Los reyes pasaban, al menos parte, de sus vacaciones allí en busca de un clima más benigno (brisa serrana). Así que el Real Sitio se convertía, durante los meses veraniegos, en el centro social del país. De hecho hasta la población segoviana y para seguir toda la actualidad del momento, tanto la política como la más frívola, se desplazaban corresponsales de los mejores periódicos. Los chicos de la prensa de su momento.

Y entre las crónicas que mandaban estos no podían faltar, los relatos de las  fiestas y demás entretenimientos que realizaban, en un tiempo donde la gran mayoría de la gente no sabía lo que eran las vacaciones. Buceando en la prensa de la época nos encontramos con bastantes informaciones sobre las actividades veraniegas en general y sobre sus excursiones, ecuestres concretamente. Vamos a centrarnos en dos de ellas que tienen curiosamente 20 años, exactos, de diferencia.

La primera nos lleva al año de 1860, y más concretamente a finales del mes de julio. Así en la edición del periódico “La Época” del día 27 un cronista anónimo, asistente a la excursión, nos cuenta en un tono pomposo propio de aquellos tiempos que:

“Tal despacho lo he escrito con el pensamiento al borde de la laguna de Peñalara, donde nace  humildísimo el que atravesando sierras, surcando montañas y arrastrando arenas, se alza gigante, majestuoso e imponente en medio de la Puerta del Sol”.

Y continua contando más cosas que veremos en la siguiente entrada.

Santiago Martín Arribas

martes, 1 de febrero de 2011

1912. Conflicto por el cierre del camino al Paular.

Monasterio de el Paular. Principal nucleo excursionista a comienzos del XX.

         Cuando uno camina por el campo una de las dudas que en muchas ocasiones te surge es saber si el camino o senda  por el que transitas es de uso público o no. Y por supuesto lo mismo sucede en la sierra de Guadarrama. Por que al igual que no todo el monte es orégano no todos los caminos son públicos. La casuística es variada, pero el conflicto viene cuando un antiguo camino público se convierte en privado. En algunas ocasiones en la sierra, hemos observado, el problema procede de los años de las desamortizaciones cuando muchas propiedades de la iglesia ( gran propietaria) o de ayuntamientos pasaron a manos públicas. Lo que antaño regía la tradición y la costumbre al pasar a manos privadas se regularizó con nueva documentación, normalmente a beneficio de los nuevos propietarios. No podemos decir si esto es el caso que tratamos  en los siguientes párrafos, aunque tiene pinta, por que no lo sabemos. Pero sirva de introducción en todo caso.

¿ Enrique de Mesa?

            Introducción a un conflicto generado por el cierre del camino que llevaba al monasterio de El Paular, camino que al parecer atravesaba en algún momento ( es posible, deduzco que el propio Puente del Perdón) la  propiedad por aquel entonces del Doctor Ortega Morejón y que  llegó a ser recogido en la prensa  de la época. Los afectados por el corte del camino eran tanto los habitantes de los pueblos cercanos como los pioneros del excursionismo que tenían por aquellos años uno de sus centros en el Monasterio del El Paular.

           Concretamente en el mes de septiembre de 1912,  en el periódico "El Liberal", por dos veces aparecen sendos artículos ( más bien casi denuncias diría yo) por parte de dos conocidos excursionistas e intelectuales.  El día 9 es el poeta Enrique de Mesa el que escribe en el periódico lo siguiente:  

“Pero un día, el gañán que acarrea con su yunta los panes segados y el hortelano que lleva en sus hombros el capacho de las berzas y patatas, el leñador que conduce en su borriquillo la carga de leña, el cabrero que gobierna su hato, el caminante que en demanda de albergue acude, del otro lado de las montañas, al pueblo o al Monasterio, encuentran obstruido e interceptado el paso de siempre, el camino de años y de siglos y la carreta ha de buscar los vados del río,  y el borriquillo ha de lanzarse en la corriente, y el cabrero y el caminante han de orientarse- claro que solo en el estiaje- por las piedras inseguras, musgosas y resbaladizas del cauce.
¿Quien interceptó el paso? El propietario de una finca particular. ¿Por qué? Porque sostiene que el camino en aquel trozo, que deja a un lado y a otro terreno de su pertenencia, y en que se halla enclavado un magnífico puente de piedra, es también propiedad suya.
El pueblo dice a su ayuntamiento: Ese camino es nuestro. El tránsito no interrumpido de varias generaciones desde tiempo inmemorial lo prueba. Los cartujos del Paular, sus constructores, jamás  prohibieron  el común aprovechamiento. El dieciocho o veinte kilómetros de terreno, desde el puente de la Angostura hasta el del Canto, es el único paso utilizable, el único que ofrece condiciones de seguridad en la mayor parte de de los meses del año (..)”
El ayuntamiento requiere al propietario para que franquee el camino; niégase éste, y el Concejo, previas las formalidades y notificaciones necesarias, lo franquea por su propia autoridad.
Después, la Guardia civil recibe órdenes de amparar lo hecho por el propietario; el gobernador interino de la provincia llama al alcalde de Rascafría., le amonesta y…(..)"

Camino hacia el Paular bajando de la Morcuera

               El artículo continua y para ahorrar espacio, es largo,  digamos que finalmente el poeta y excursionista se presentó ( sin cita previa, con un "par")  ante el gobernador de la provincia, Sr. Alonso Castrillo, sin obtener mayor resultado.
                 Pocos días después, otro excursionista y también poeta, Enrique de la Vega, insiste con otro artículo en el mismo periódico, concretamente el día 19,  titulado “ La incomunicación del Paular, carta abierta dirigida al Ministro de la Gobernación".  Algún extracto:
La del Paular, espléndida Cartuja/ por el camino de Madrid. El paso/ que al monumento nacional conduce/ cortado ha tiempo está por la pareja/ de la guardia Civil.
Mientras resuelve/ vuecencia el pleito que sus pasos sigue,/ sobre si ya han pasado a ser dominio/ de Ortega Morejón puente y cañada, / ¿ por que la benemérita protege / estas resoluciones del ilustre/ doctor, mi amigo, frente a cinco pueblos?/ ¿ Por qué ha pedido auxilio?
(..) Tanta es la fuerza de mi amigo insigne don Luis Ortega Morejón Sotero ( tiro su guardia está dispuesto a darme en cuanto asome por aquellos campos. Dios me libre ante esta fiera…(..)
         Esta ultima mención al guarda, tuvo sus consecuencias. Casi dos años después concretamente en  la edición del 7 de febrero de 1914 de "El Siglo Futuro", leemos lo siguiente:
“En Rascafría posee el médico Sr. Ortega Morejón una finca que sirve de paso para el Monasterio del Paular. El propietario cerró este camino, disgustando con ello a los habitantes de aquellos contornos y a las muchas personas que acostumbran a visitar el famoso Monasterio. El poeta D. Enrique de la Vega, haciéndose eco de la protesta general publico unos versos comentando donosamente la medida del dueño de la finca.”
Un guarda de la heredad llamado Sotero García le dirigió con este motivo una carta que consideró ofensiva el señor Vega, formulando la correspondiente querella por injurias.
         ¿Y como terminó todo este embrollo?. Pues no lo sé. Si alguien lo conoce que me lo cuente. Al parecer, la demanda de Enrique de Vega contra el guarda debió de prosperar, pero no sabemos si finalmente se reconoció el derecho de paso o no. Hoy en día el Puente del Perdón es de paso público y junto a el, en una puerta, el otro día vi un cartel que ponía algo así como " Finca de los Batanes, prohibido el paso los fines de semana"

lunes, 31 de enero de 2011

La lagunilla del Yelmo.

Bloques de curiosas formas rodean la Lagunilla

                Este joven blog pretende tratar básicamente, como su título dice,   acerca de viejas historias de la sierra, pero también quiere hacer un huequecito para esos lugares serranos singulares. Uno de los que merecen ese apelativo de "singular", o al menos  eso  me parece a mi,  es la lagunilla del Yelmo. En todo caso también me ha dado por indagar un poco, en busca de  antiguas informaciones sobre este paraje pedricero y no he encontrado nada realmente. Ni en la prensa, ni en las crónicas de antiguos excursionistas, salvo error u omisión, aparece información alguna. Esta ausencia de noticias,   hace todavía más interesante a este lugar subrayando de esta manera su carácter solitario y escondido, tan solo conocido antaño, suponenos,  en lo que a la especie humana  se refiere (por que cabras hay a patadas) , por los pastores de la comarca. Hoy en día es diferente claro.  
Otra imagen de la Lagunilla.


Parece la huella de un pollo gigante

l
             Y es que la lagunilla del Yelmo  cumple con todos los requisitos necesarios para formar parte  de un hipotético catálogo de lugares serranos curiosos.  Primero, por la propia belleza del paraje. El contraste entre el granito y el agua remansada es cuanto menos singular, y un gurú de la moda podría decir  que  combinan muy bien, acompañando perfectamente uno al otro. Encajadas sus aguas entre los bloques de granito y  situadas en la esquina de un pequeño rincón pedricero, una especie de jardín serrano, posee la lagunilla la belleza de un lugar secreto.  Belleza con fecha de caducidad , ya que la pequeña laguna no aguanta la terrible solanera pedricera y sucumbe a final de primavera para volver a emerger en Otoño. No importa, si un día la vemos seca la querremos igual.


        Otro factor que lo hace particular es su singularidad  y es que si ya de por si las lagunas en la sierra son escasas, mayor resulta su extrañeza en la Pedriza, donde el agua, dejando aparte los cursos de los ríos, se almacena normalmente en las  minúsculas oquedades  que la erosión va oradando  en los bloques  de granito. Y otro rasgo que lo hace un lugar único es que pese a su cercanía con una de las vías mas transitadas de la Pedriza y que dirige a lo que es quizás su elevación más emblemática, el Yelmo, se mantiene, relativamente, claro está, solitario y desconocido.

Desde aquí el Yelmo se ve muy bien.

jueves, 27 de enero de 2011

Los bandoleros del Guadarrama

Niebla en la sierra.

           ¿Bandoleros en el Guadarrama? ¿Alguna idea? ¿Algún nombre?
            Algunas contestaciones posibles:
           “Luís Candelas”. (No, equivocado).
             Curro Jiménez” (¡¡ Por Dios…¡¡.)
             “En la Pedriza creo que los hubo pero no sé decir ningún nombre”. (Bueno, esta respuesta no está mal).

            Pues claro que hubo bandidos en la Sierra. Y no fueron precisamente pocos. Diversas fuentes como archivos históricos, prensa de la época, tradición oral o incluso viejos romances nos hablan de ellos. Cierto que la zona Centro no es la más famosa del país en este asunto. Eso no quiere decir que sus caminos, y especialmente los que cruzaban por zonas más solitarias, tuvieran la mejor reputación a lo largo de toda la historia.. Seguramente la escasez de información, que sobre este asunto tenemos en los inicios del siglo XXI, se deba más bien a otros factores. Tal vez, el carácter de la gente de la tierra no sea el más dado a la idealización de este fenómeno. Las desigualdades sociales fueron seguramente menores que en otros territorios.

La zona de Cueva Valiente se relaciona con el bandido Juan Plaza

                 También se ha tratado menos sobre este asunto. Y es que las historias que surgían de la sierra y sus aledaños siempre tuvieron una feroz competencia en las que producía la inmensa urbe, Madrid, situada a relativamente escasa distancia. De hecho la historia de la sierra se ha contando mayormente desde la propia capital. Como la que escribieron aquellos primeros excursionistas que en los albores del XX se acercaron a ella y nos dejaron ( y podemos disfrutar con ello) su interesante testimonio acerca de una comarca por aquellos tiempos tan desconocida para la gente de la capital. Se llega a hablar del descubrimiento de la Sierra. Pero la historia de los bandoleros se contaba fundamentalmente en los propios pueblos, en sus tabernas, en las conversaciones de la gente, tal vez a la salida de misa, tal vez en los mercados.

Las formas graníticas parecen favorecer el escondite
         
         Y es que bien mirado, la sierra del Guadarrama tenía todo lo que cualquier bandido necesitaba para poder ejercer convenientemente su profesión. Veamos: Importantes vías de comunicación cruzaban la sierra. Y por ellas no les quedaba más remedio que pasar a todos aquellos que desde la meseta norte se dirigian a la capital del reino. Junto a estas y otros menos transitados caminos, se encontraban soledades, campos y bosques, lugares idóneos, perfectos para la huida y el escondite. Y por supuesto no faltaban zonas realmente agrestes, diseñadas casi a proposito para el escondite, como la Pedriza. La cercana ciudad de Madrid, por otra parte, era un lugar estupendo donde colocar la mercancía e incluso donde poder pasar desapercibido. Fueron varios los bandidos que alternaron la ciudad y el campo para actuar. Y otros la prefirieron para ocultarse, y tal vez para descansar, de tan ajetreada existencia.

            Y los bandidos serranos también tuvieron su leyenda noble, historias que les atribuyen actos magnánimos. Algunos, según cuentan estas viejas historias, se vieron abocados sin quererlo a esta vida a salto de mata. Otros siempre tuvieron un rasgo amable con los niños. Y no falta el bandido que por la mañana roba y por la tarde agasaja a la misma víctima. En fin, hay de todo. Pese a ello, Constancio Bernaldo de Quirós, comparándolos con los bandidos andaluces, no parecía sentir mucha simpatía por los bandoleros serranos; así escribía lo siguiente:

 “ ... pero los bandidos de nuestra sierra, lo mismo, en la Pedriza, Pablo Santos, que “ El Tuerto Pirón” bajo los dominios de la Peñalara, o “ Malote” en la Paramera, nada han debido tener de románticos ni pintorescos, si no de todas las cualidades contrarias más repulsivas, como productos de un medio físico y social enteramente desgraciados.”

         Pero hay que reconocer que seguramente estaría influido por las lecturas de las idealizadas descripciones que sobre los bandidos andaluces realizaron diversos viajeros extranjeros en el XIX como el ya citado Merimée. Ahondar en las biografías de los bandoleros andaluces desmiente esa noble imagen.

         Volvamos al inicio. Y contestemos a las preguntas: ¿Bandoleros en el Guadarrama?: Por supuesto.  ¿Alguna idea?  Claro, bastantes y de ellas hablaremos. ¿Algún nombre?: Muchos: Pablo Santos, los Peseteros, Barrasa, Chorra al Aire, El Tuerto Pirón, Juan Plaza, Aquilino, Consuegra, Parrada, Barroso, etc.

         ¿Su carácter histórico?: Pues de todo hay en la viña del señor. Unos son rigurosamente históricos, pues conocemos sus peripecias a través de los archivos o la prensa. De otros su recuerdo ha quedado distorsionado por el paso del tiempo. Y alguno habrá inventado, eso sí, basado seguramente en algunos personajes o viejas historias. Y la especialidad de la casa: la mezcla de hechos.

(c) Santiago Martín